Diego Armando Maradona, más allá de sus fortalezas y debilidades, dejó pinceladas de una calidez humana que nos ayuda a vislumbrar la naturaleza de su corazón.
Las personas, el poder, la prensa, los hinchas y fanáticos destruyen a sus ídolos porque se nutren de ellos de tal modo que los terminan por oprimir, lastimar, maltratar y estrujar hasta la última gota, hasta que éstos ya no pueden lidiar con la opresión que significa la fama que les agobia y los convierte en desesperados prisioneros de la gloria y de sí mismos.
Están los que admiraron la extraordinaria gracia de Maradona con una pelota de fútbol en sus pies, y están los que tuvieron la suerte de sentirse tocados por la esplendorosa humanidad de Diego.
