Ir al contenido principal

Las Antiguas y Modernas Oscuridades del Alma Humana

   


    Si existe un apelativo agresivo, incriminatorio y temible en el contexto social-religioso para determinar la condición de una persona, hereje, es uno de los más horribles que se ha utilizado históricamente para justificar todo tipo de persecuciones, acusaciones, enjuiciamientos, atropellos, torturas y crímenes, desde los tiempos de la Inquisición y hasta el día de hoy.

    La Inquisición, en el año de 1184, surgió como un procedimiento judicial de la iglesia católica cuando el papa Lucio III promulgó la bula (carta oficial pontificia) Ad abondelam. En ella se ordenó a los obispos que investigaran y persiguieran a personas sospechosas de herejía en sus diósesis. Es decir, a todo acto que se considerara contrario al dogma eclesiástico.
    ¿Y qué es un dogma eclesiástico? Pues, tome nota: Un dogma eclesiástico es una verdad absoluta, absolutamente segura, y sobre la cual no se cierne ninguna duda. 
    O sea, por el solo hecho de negar la fe católica o de desaprobar el accionar de la iglesia o simplemente por tener la fe puesta en otra religión y leer o poseer libros que la Inquisición considerara contrarios a sus principios, automáticamente se declaraba la persecución, encarcelación, tortura y ¡quema! de personas 
    Algunos historiadores católicos, como E. Peters y H. Kamen, sostenían que los datos revelados sobre la Inquisición y la participación de la Iglesia Católica eran tendenciosos y que sólo buscaban desprestigiarla. Sus argumentos señalaban que existía una marcada exageración en los datos y los actos de torturas y quema de brujas, brujos o herejes porque, en la realidad, la cantidad de estas víctimas de la Inquisición no pasaba del 30% de lo señalado en las estadísticas históricas de la época.

    Para graficar el “error” de tales números, el Simposio Internacional sobre la Inquisición ocurrido en el Vaticano, en 1988, concluyó que la participación de la iglesia católica y la Inquisición fue “muy menor” a la señalada. De hecho, aportó los siguientes datos sobre las personas asesinadas y quemadas en hogueras, acusadas de “brujería”:

Alemania: 25.000
Polonia-Lituania: 10.000
Suiza: 4.000
Dinamarca-Noruega: 1.350
Reino Unido: 1.000
España: 49
Italia: 36

¿Qué tal? ¿Le suena a muy pocos?

    O sea, aunque los números aceptados por el Vaticano correspondieran al 30% de lo señalado por las estadísticas no católicas, entonces igualmente estamos hablando de masacres de personas en cantidades escalofriantes. 

    A pesar de todo el horror que nos pueda hacer sentir la escabrosa realidad de esta manifestación de la condición humana en "estado de santidad", la iglesia católica insiste en que lo señalado por quienes han estudiado este período de la Inquisición y la llamada “Leyenda Negra de la Iglesia Católica”, han sacado los hechos fuera del contexto histórico porque la caza de brujas y/o la persecución de herejes (incluida la tortura y la hoguera) era “un acto aceptado por la mayoría de las sociedades”.

    (Tanto Hitler como la SS o la Gestapo, pudieron haber basado sus estrategias de tortura, crimen y exterminación en estos mismos perversos principios de la Inquisición)  

    Así las cosas, en el año de 1474, y cuando la cacería de brujas por parte de la iglesia católica estaba en todo su apogeo, en Basilea, Suiza, se llevó a juicio a un gallo cuyo pecado había sido el de poner un huevo.

    La sociedad de la época, bajo el yugo fiscalizador de la Inquisición, estaba horrorizada de la existencia de este gallo que ponía huevos. Para estos aviesos fiscalizadores, la conexión inmediata de este acto de anti-natura debía tener relación directa con “la brujería y sus siniestros rituales negros”. Aseguraban que las brujas utilizaban el huevo de este gallo para elaborar ciertas pócimas perversas de las cuales saldrían criaturas monstruosas o que también serviría para invocar al demonio mismo en persona.

    Durante el juicio en el que, evidentemente, nadie abogó por el pobre gallo, las acusaciones se sucedieron sin ningún contrapeso y al plumífero se le condenó a ser quemado vivo, porque el fuego era      –según los delirios de la época- el único método para borrar para siempre la maldad que había usurpado el cuerpo de la criatura. Acto seguido, lo amarraron a una estaca sobre una pila de leños y le prendieron fuego hasta convertirlo en carbón.
   
    Triste destino el del pobre gallo. Nada de esto hubiese ocurrido si el animal hubiese estado poniendo huevos en otra época, en este siglo, por ejemplo. Primero, porque no hubiese sido condenado por una grotesca Inquisición ni tampoco por una decadente sociedad encarcelada en sus desvaríos. Y, segundo, porque cualquier conocedor de gallináceos se hubiese dado cuenta que el gallo ponedor de huevos no era sino una ruda gallina marimacha de esas que gustan de hacer cosas de gallos y que también le sueltan su quiriquiquí al sol cuando se levanta. 




Los más leídos

Fábulas del Disparate

De las Mujeres que les Gusta Enseñar las Tetas, y (dizque) les Indigna que se las Miren

        A sabiendas que las mujeres son personajes inverosímiles,  me he pasado digamos que el 80% del total de mi vida enamorándome de ellas. A simple vista, pareciera que la ecuación no me permite superar un cierto estado de cachondo consuetudinario, algo que ha invalidado absolutamente mi capacidad para despegar los ojos de las partes blandas (en constante bamboleo) y de otras zonas erógenas de las muchachas de buen ver que dedican gran parte de sus vidas a la conquista de las miradas masculinas con el fin de verse reflejadas en el espejo de nuestras pupilas y/o aunque sea para puro vernos las caras de babosos que ponemos cuando lo que vemos -con tanta detención y descarado disimulo- nos aumenta progresivamente la producción de testosterona y nos lleva de un golpe a lo tenso, rígido y erecto...     ... U na condición masculina  que tiene sus raíces en épocas pretéritas, cuando el hombre era capaz de oler el celo femenino a muchas leguas de dist...

El Mercado Glotón

                                                                                                                                                                                                                                                                             La...