Más allá de la existencia -o
no- de dioses, ángeles o demonios, la Fe es la madre de los remedios que sana
el espíritu de aquellas almas que sufren el dolor y la tristeza del desamparo,
el desamor o la mala suerte de haber nacido en la pobreza o en la inestabilidad
de un carácter frágil o de un organismo enfermizo. Otros, aman al dios que
habita en sus corazones porque están atrapados en la belleza de la vida y sólo
sienten emoción y felicidad por el simple hecho de CREER.
Creer porque sí, sin cuestionar
ni “cientificar” nada de lo que sostiene la verdad escrita o palabreada en referencia
a su dios, es un salto mortal a un imposible maravilloso que está ahí para muchas
veces sacarnos del hoyo, equilibrarnos y darnos esperanzas. Es el combustible
que da la mejor llama y que mantiene el motor encendido a pesar de todas las
arenas movedizas que surjan en el camino.
Desde esa perspectiva,
cualquier dios es un regalo fabuloso y cualquier religión es el puente que nos
ayuda a cruzar sobre las aguas turbulentas de una vida en las carencias.
Lo dicho: Yo, no creo en dioses
En Chile, un país que mayoritariamente dice profesar la fe católica, ha ido paulatinamente dándole la espalda a la Iglesia Católica, al Vaticano y a la figura del Papa. Demasiados incidentes con curas de alto rango (y también de los comunes y corrientes) adictos al sexo, más otras debilidades de esta religión que tienen que ver con la tozudez, la intransigencia y/o la inflexibilidad (para no decir la falta de sentido común) para adaptarse a los tiempos que corren y conectarse con la hiper-tecnologizada realidad que se ha ido infiltrando en todo el quehacer de la vida, especialmente, entre la juventud que ya está más que harta del doble estándar, el cinismo, la hipocresía y de los vicios que aplican los curas, políticos, empresarios y los conservadores de siempre para engatusarnos con todo lo que nos venden.
Cada vez son más los fieles que abandonan la fe en esta iglesia y se pasan a las filas de otros templos donde la experiencia religiosa tiene que ver con menos atavismos y hay otras libertades para desencadenar las fuerzas de la fe.
Los
creyentes de la Iglesia Pentecostal,
buscan el contacto directo con el espíritu santo a través de ejercicios
catárticos y trances. Para algunos especialistas, el culto pentecostal es una
forma de chamanismo, ya que se producen los mismos procesos de encarnación del
espíritu en personas que se transforman en instrumentos de sanidad.
Rodrigo Moulan, periodista,
antropólogo y estudioso del tema, señala que “en términos cualitativos, el pentecostalismo se caracteriza por ser un
culto carismático con manifestaciones extraordinarias y sobrenaturales, por así
decirlo. Los pentecostales van al encuentro de la presencia del espíritu santo
que, obra, sana y produce milagros y liberaciones espirituales en el contexto
del culto”…
“Ayuda a administrar las cargas de la vida que las personas
(marginales) tienen. Si bien están en la última posición en la escala social,
tienen el privilegio de ser tocados por el espíritu santo que les ayuda a
superar sus problemas. Además, en términos identitarios, refuerzan un sentido
de autoestima. Si la sociedad los desprecia, el espíritu santo los elige y dios
los ama, son sus hijos”.
El Pentecostalismo, “posee una estructura ritual construida de modo tal que propende a la
manifestación de la emocionalidad. La ceremonia parte con una oración personal
en que se explicitan las necesidades individuales. Estas peticiones avivan
estados de angustia porque los fieles recuerdan episodios con mucha carga
negativa. Esto genera un proceso catártico que es el llanto, que libera la
carga de cortisol (hormona esteroidea producida por el estrés) que se ha extendido por en cuerpo y que cae
al flujo sanguíneo. El llanto libera y la gente se relaja. Sobre eso viene
música alegre. El primer momento es el quebrantamiento…dios dice que los ha
tocado. La estructura melódica llama a la activación y a cambiar el estado
emotivo…”
Rodrigo Moulan, destaca la alta participación de las mujeres (marginales) en las ceremonias. “Son personas doblemente marginadas por su posición en la estructura social y familiar. Buscan fortalezas ante cargas como el maltrato, la violencia y los problemas familiares”.
El Pentecostalismo es hoy el
fenómeno religioso de mayor crecimiento en Chile, en América y en el
mundo, con números que ya hasta superan al cristianismo en ciertas regiones. Su
fuerza está en que cultiva una forma de religiosidad que pone el centro en la
experiencia libre y directa con el espíritu y que además, ritualmente,
concentra manifestaciones cuyas características fundamentales son terapéuticas
y sanadoras.
